A ciegas

El día que tomemos ese café pendiente no hablemos de todo lo que fuimos, no menciones la primera cita ni la última, no digas cuanto nos echas de menos, que se perfectamente cuánto pesa nuestra ausencia. El día que nos veamos de nuevo no uses tus ojos marrones que bien sabemos cuánto deseo provocan con un solo parpadeo, no uses el labial rojo ni el perfume de siempre al que tanto me acostumbraste. Por fin he conseguido olvidar su aroma en todas sus formas. Ese día olvida todos los ademanes y frases que se pegaron a ti desde mi boca, yo me desprendere de los tuyos. Te lo prometo. Deja en casa esas ganas de un abrazo y también; si es que existen (se que existen); de ese beso que nos hizo falta probar. Esconde tus manos, no saques del bolso las caricias que guardaste para ese momento porque no acabarían si saco las que tengo escondidas en mi mochila. El día de la "cita" no le guardes en tu agenda, y sí lo haces, dale a la opción de "borrar evento después de sucedido", que no queden vestigios del encuentro, que en ningún lugar se guarde recuerdo alguno de ese día. Y por favor antes de la hora acordada olvida mi nombre y no preguntes por el, quita de tu mente mi rostro, borra el poema que escribí en morse con mis dedos sobre tu piel. Se bien que arde, mis yemas aún no cicatrizan. El día que tomemos ese café pendiente siéntate en la mesa de al lado y pidete un descaffeinado, yo pediré un expresso y por nada del mundo caigas en la tentación del pastel de zarzamora (lo sé, será difícil no probarlo de nuevo). Ese día ten un plan treinta minutos después de encontrarnos, que no hará falta tanto tiempo, solo quiero estar seguro de que existes, que eres verdad. Nadie puede creer que seas tan certeza, tan real.

Te lo juro, nadie me cree cuando hablo de ti.


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